viernes, 28 de septiembre de 2012

UNA CONFESIÓN FORZADA NO GARANTIZA SU VERACIDAD


“… torturar es todo acto mediante el cual se inflige dolor o sufrimiento intenso, físico o mental, y por instigación de un funcionario publico, a una persona con el fin de obtener de ella o de una tercera una información o confesión, a fin de castigarla, o bien de intimidarla, directamente o a través  de otras personas. No incluye dolor o sufrimiento proveniente, inherente o propio de las sanciones legitimas si se ajustan a las Reglas Mínimas Legales para el Tratamiento de Presos” (art.1 de la Declaración contra la Tortura adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 09 de diciembre de 1975).
Actualmente  se tiende a pensar que la tortura quedo en el pasado, que hoy en día ya no se lleva a cavo ésta practica por el simple hecho de que se encuentra prohibida por la legislación de los Estados, el Derecho Internacional y por las Organizaciones Internacionales. Sin embargo no es así, a pesar los acuerdos internacionales y no obstante  que los Estados nieguen su implementación, la tortura sigue estando presente y se seguirá practicando diariamente en cualquier parte del mundo, siendo victimas cualquier persona, sin importar la raza, edad, sexo, profesión, religión o clase social.
La tortura tiene sus antecedentes entre los antiguos griegos, donde solo torturaban a los extranjeros y a los de raza negra, ya que creían que no tenían honor ni dignidad. En la antigua Roma, los dueños de los esclavos tenían el derecho ilimitado de torturarlos si tenían la sospecha de que hubiesen cometido algún delito en contra de sus propiedades. En el caso de los hombres libres (blancos) originariamente exentos de las torturas pasaron también a ser objeto de ellas. En la Edad Media los juicios se llevaban a cavo cara a cara y en presencia de un tercero, denominado juez, donde la carga de la prueba era por parte del acusador y si  no tenía las pruebas suficientes podía solicitar al juez que se le torturara al acusado.
En la actualidad los gobiernos tratan de justificar el uso de la tortura diciendo que lo hacen para proteger a la población de ataques violentos, ya que tienen el deber constitucional de hacerlo. Tal es el caso del terrorismo, donde el gobierno se permite aplicar la tortura dada    la alta peligrosidad para la seguridad nacional.
La tortura ha sido muchas veces parte de la táctica de seguridad de un gobierno, la utilizan para conseguir información o una confesión, para castigar, para intimidar y para atormentar a las victimas o a sus familias.
Ninguno los argumentos habidos y por haber justifican la tortura, ya que es  indiscutible que a través del dolor provocado, por cualquiera de las técnicas utilizadas, se puede arrancar una confesión o testimonio fingido para evitar seguir siendo torturado. “La tortura como hecho moralmente reprobable, definiéndola como una pena infligida a una persona, no para descubrir si es culpable o no, sino porque si ignora si es inocente, olvidando que frecuentemente el resultado de la tortura es el falso testimonio de quien no puede soportar el dolor”. (San Agustín (Civitas Dei XIX,6))
La tortura es inadmisible aun cuando  se sospeche que la persona detenida sabe o a hecho algo, el interrogatorio tortuoso no es fiable como técnica para obtener información ya que la intensa presión puede llevar a los interrogados a dar testimonios falsos.
Al utilizar la tortura como método de para obtener una declaración se esta dañando el sistema de justicia penal ya que se demuestra que no se es lo suficientemente hábil y que no cuenta con la preparación adecuada para llevar a cavo el trabajo conforme a las bases estipuladas.
La prohibición legislativa de la tortura no es suficiente para terminar con esta práctica, es necesario tomar medidas inmediatas y eficaces para hacer que la tortura, acto inhumano que ofende y degrada a la persona, sea erradicada totalmente.
“La postura del derecho internacional está clara. No hay nada que justifique la tortura y los malos tratos. Del mismo modo que condenamos los atentados terroristas contra civiles en los términos más enérgicos, debemos oponernos a las afirmaciones de los gobiernos que alegan que el terrorismo puede combatirse con la tortura. Esas afirmaciones son engañosas, peligrosas y sencillamente erróneas: no se puede apagar un fuego con gasolina"
Irene Khan, Secretaria General de Amnistía Internacional (mayo 2006).
LIC. Sandra Sulamita Solís Robles
UAD Campus Zacatecas
Maestría en Ciencias Forenses y Victimología


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